Él es un elegido. Uno entre un millón. Proviene de una familia de mormones de Chicago. Es un tipo espiritual, vegano y que está esperando un buen motivo para hacerse su primer tatuaje. Jabari Ali Parker juega actualmente en el FC Barcelona en la que es su primera experiencia fuera de Estados Unidos y acaba de renovar su contrato hasta 2026. Ha decidido no tener coche y moverse en transporte público por la ciudad. Sin ir más lejos el otro día me lo crucé en la línea amarilla del metro. Obviamente, me quedé sin habla y paralizado. Jabari es hijo del ex jugador de la NBA Sonny Parker y de Folola Finau. Tiene seis hermanos y creció en el barrio de South Shore de Chicago. Barrio conflictivo donde conviven drogas y balas. Su padre después de retirarse decidió volver al barrio. Podría haber elegido cualquier otro sitio porque había jugado 6 años de profesional en Golden State Warriors, pero tenía una misión: crear una fundación para dar oportunidades a los jóvenes de South Shore.

Jabari iba para estrella, para ocupar esas pocas plazas del Olimpo de los talentosos, para ganar títulos de la NBA, para firmar grandes contratos, para ser All Star, para ver su camiseta retirada en lo alto de los pabellones pero un maldito 19 de diciembre de 2014 ¡bum! se fracturó, con 19 años y en su primera temporada en la NBA, el ligamento cruzado de la pierna izquierda.

Ya nada volvería a ser lo mismo. Todos lo pensaban pero nadie se atrevía a verbalizarlo. La fe y una dura recuperación le dieron una segunda oportunidad pero, ¡ay amigos! Es caprichoso el azar, y como si de un deja vu se tratara un 9 de febrero del 2017 Jabari se volvió a lesionar en el mismo sitio. ¡Maldita pierna izquierda! Muy pocos jugadores, entre ellos su compañero de equipo Ricky Rubio, han conseguido volver después de 2 lesiones de esta envergadura.

Después de estos accidentes del destino el jugador de South Shore ya no pudo jugar a buen nivel en la NBA y decidió hacer las maletas y venirse a Barcelona.Ahora tenemos la suerte de ver en la ACB y Euroliga destellos cada más habituales de lo que pudo haber sido el juego de Jabari sin las lesiones: buenos movimientos cerca del aro, capaz de hacer mates de póster de habitación de adolescente, buen tiro de media distancia y un jugador muy difícil de defender por los equipos rivales porque tiene demasiada movilidad para que lo defienda el pívot y mucha fuerza para ser defendido por un alero alto.

Jabari sueña en volver a jugar en la NBA, tiene en su contrato una cláusula de salida hacia las mejor liga del mundo pero también reconoce que no quiere saltarse ningún paso en este duro camino de vuelta. Quizá con los años le pasó por la cabeza que tendría de haber estado alguna temporada más en la universidad de Duke y no dar el salto a profesionales con tan solo 19 años. No hacer caso a su manager y hacer oídos sordos a los contratos millonarios que sobrevolaban como buitres esperando pacientemente a su presa.  Quizá su cuerpo y su mente aún no estaban preparados para ser lo que todos los fans le pedían y por eso su pierna izquierda dijo basta dos veces. Quizá el destino lo ha traído a Barcelona en busca de juego y felicidad. Veremos que le depara el futuro a esta estrella intermitente que brilló en un pasado y que ahora nos regala destellos de su clase en cada partido.   

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Ramon Aymerich Villacampa

Bienvenido a «Media distancia». Aquí podrás leer historias sobre jugadores de baloncesto. ¿Te has parado a pensar que estos tipos muchas veces son injustamente criticados por los aficionados? ¿Te has parado a pensar que todos ellos son unos elegidos, unos talentosos y unos héroes para grandes y pequeños? Pues quiero escribir sobre ellos. Sin darle importancia a si juegan en un club o en otro. Quiero escribir sobre sus victorias y derrotas. Y sobre todo quiero escribir sobre los Clarks Kents, las personas normales que se esconden detrás de los héroes de la pelota naranja.

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